sábado, 29 de octubre de 2011

El móvil

Salí congestionado de su oficina: me había quedado sin vacaciones. Una vez más. Y el muy cabrón me lo comunicaba apenas un par de días antes. ¡Con un par! Y se reía, el hijodelagranputa, mientras me decía que no me preocupara, que ya veríamos la manera de compensarme. ¡Compensarme...! Lo haría como siempre, con una palmada sobre los hombros y una cesta por navidad. Pero eso no era lo peor. Lo peor era pensar en llegar a casa y contárselo a Paula, porque la imaginaba escuchándome con una sonrisa que no lo era y las cejas levantadas en un falso gesto de sorpresa. La imaginaba preguntándome, como si acabara de ocurrírsele, quién abonaría el quince por ciento de la agencia de viajes. Por eso cogí una lata de combustible del almacén y fui directamente al garaje en busca del Mercedes gris metalizado, el de los niquelados, los asientos de cuero y las llantas de aleación, ¡ese recién estrenado! Yo nunca le había pegado fuego a un coche. Por eso estoy aquí, en la comisaría, preguntándome como un tonto, con las manos escaldadas y las pestañas perdidas, cómo cojones he podido llegar a esto. Y encima no puedo avisar a mi mujer, porque ahora me dice un policía que su teléfono está apagado o fuera de cobertura.

5 comentarios:

Panchito dijo...

Un monólogo rotundo y muy bien resuelto. Me gusta el doble sentido del móvil (teléfono y motivo del delito). El jefe se lo pensará dos veces antes de volver a dejarlo sin vacaciones

Magnífico, Pepa.

Antony Sampayo dijo...

Yo creo que se tipo perdió a la mujer y al empleo el mismo día, je je je.
Buen texto.

Besos.

Panchito dijo...

Y las pestañas, Antony, no olvides las pestañas, ja ja.

Antony Sampayo dijo...

Cierto, Panchi, je je je.

Pepa dijo...

Gracias chicos. Agradezco la visita.
Saludos